La preocupación por el aspecto de nuestra sonrisa se remonta muchos años atrás en la historia. Aunque podamos pensar que los tratamientos de ortodoncia son relativamente modernos, se han encontrado momias egipcias con bandas metálicas alrededor de sus dientes con el objetivo de mantener su posición. Ello denota que la voluntad de contar con una sonrisa perfecta nos viene de siglos atrás.
Los tratamientos de ortodoncia han ido evolucionando a lo largo de los años con el objetivo de mejorar sus resultados y reducir su duración. Aunque la ortodoncia, tal y como la conocemos a día de hoy, consista en un tratamiento relativamente novedoso, en el siglo XVII ya se dieron los primeros indicios del uso de impresiones dentales.
Griegos, etruscos y romanos
Una de las primeras evidencias halladas con relación al aspecto de nuestros dientes se atribuye al mismísimo Hipócrates en el año 400 a.c., quién escribió acerca de distintas irregularidades dentales. 400 años más tarde, Aulus Cornelius Celsus, un enciclopedista y escritor romano, destacaba la necesidad de colocar los dientes permanentes de los niños en su posición correcta, quitando el diente de leche -en caso de no darse su caída de forma natural-, y empujando con los dedos el diente definitivo hasta llevarlo a su posición adecuada. En el siglo primero, Cayo Plinio Secundo, un militar y escritor romano, indicaba que, para conseguir una correcta alineación de los dientes, estos debían limarse a medida para así corregir irregularidades.
Siglo XVII
En el s. XVII, el padre de la odontología, el médico francés Pierre Fauchard, inventó el bandeau; una pieza de hierro con forma de herradura que contenía unos agujeros por los cuales se. pasaban unos hilos que “ataban” los dientes colocándolos de manera correcta y alineada.
Siglo XIX
Christophe-François Delabarre, en el año 1819, creó la conocida como “cuna” de alambre. Esta se colocaba directamente en conjuntos de dos dientes para así mantenerlos en su sitio. Además, conseguía separar los dientes apiñados insertando cuñas de madera entre espacios. En el 1822, tres años después, se apostó por el anclaje occipital. Este funcionaba como un arnés y se colocaba desde el exterior de la boca ejerciendo presión en los dientes.
Con el objetivo de formalizar las distintas prácticas que hasta el momento se habían ido adoptando para lograr la rotación de los dientes o la apertura de la mordida dental, Chapin A. Harris, médico y dentista estadounidense, escribió en el 1839 “The Dental Art: A Practical Treatise on Dental Surgery”, una publicación de 385 páginas que fue ampliándose a lo largo de los años y que abarcaba la totalidad de las posibilidades odontológicas de su tiempo.
Fue a partir de 1880 que se tuvo en consideración al “padre de la ortodoncia moderna”, Edward Hartley Angle, quien identificó las verdaderas propiedades de una maloclusión o desalineación y se encargó de ofrecer soluciones con aparatos de ortodoncia cada vez más eficaces.
Siglo XX
En el siglo XX, los ortodoncistas empezaron a anclar los brackets a los dientes a través de alambres que se colocaban alrededor de cada diente. Años después, se introdujeron los adhesivos dentales, que permitían pegar el bracket a la superficie de la pieza dental.
La apuesta por el acero quirúrgico como sustituto del oro y la plata también permitió. contar con una mejor manipulación del material y una reducción significativa de los costes.
En el 1970 se introdujeron en el mercado también los brackets linguales.